miércoles, 24 de marzo de 2021

VEJEZ EN MOVIMIENTO

CON PALABRAS MAYORES

VEJEZ EN MOVIMIENTO

Fausto Leopoldo Delgado Flores.

Con el paso de los años, nuestra memoria va sufriendo un desgaste natural que, de no ser diagnosticado y atendido a tiempo, podría llevar a que nuestras actividades básicas e instrumentales de la vida diaria (bañarnos, ir de compras, comer, etc.), se vieran comprometidas.


Entonces, cuáles son los elementos o acciones que podrían favorecer para evitar este desgaste abrupto que irrumpa con nuestra buena calidad de vida.

Para responder este cuestionamiento es necesario que sepamos que existen tres factores de riesgo documentados científicamente, que son: los problemas cardiovasculares, una dieta inadecuada y la falta de movimiento.




El sedentarismo, las comidas rápidas y los problemas en las redes de vasos sanguíneos que alimentan al cerebro están íntimamente conectados con los principales factores que propician el desarrollo de enfermedades como el Alzheimer y la demencia de cuerpos de Lewy.

Ya mucho se ha hablado de la importancia del ejercicio mental y físico, así como evitar tener hábitos inadecuados como fumar, no dormir suficiente, tomar alcohol en exceso y la baja o inadecuada interacción social.

Una forma de proteger a nuestra memoria y a nuestro cerebro sería desafiarlo constantemente. Si usted no lee, pues lea, y si usted devora libros todos los días, pero no nunca se mueve de la recámara, pues muévase. El reto mayúsculo consiste en enfrentarse a un verdadero desafío que, nos saque de nuestra zona de confort y nos lleve a una zona en la cual podemos poner en marcha nuestro cuerpo, mente y nuestra interacción social. Recordemos que somos seres biopsicosociales que requieren ser estimulados en estas tres dimensiones, las cuales ayudan a aumentar nuestra reserva cognitiva, la cual, viene a afrontar problemas y síntomas relacionados con algunas patologías de la memoria y el cerebro.

Tener una buena reserva cognitiva dependerá mucho de la calidad de vida que lleve, sobre todo, en la niñez y en la juventud. Las actividades de ocio, nuestra motivación y tranquilidad emocional, nuestra educación (formal e informal), la comida que acostumbramos a consumir, la cantidad de horas que dormimos, y el tipo de relaciones sociales que tenemos con familiares y amigos serán determinantes para desarrollarla.

Tener una vejez en movimiento es importante, pero más aún tener una niñez y juventud de la misma manera. Los niños deben estar en contacto continuo con desafíos y retos que los ayuden a desarrollar habilidades, así como un cerebro fuerte. Los adultos deben generar estrategias para vivir mejor y más tranquilos emocionalmente, pues en las calles y en el trabajo se escuchan siempre frases como “al fin es viernes”, “tengo mucho trabajo, no puedo” o viven en un estado de intranquilidad, derivado de: vicios, mala alimentación, inseguridad o poca confianza en sí mismo, deudas, infidelidad, apegos negativos, entre otras más.

Si bien todas estas acciones están relacionadas con las decisiones que nosotros tomamos en la vida diaria, es importante mencionar que la educación y las políticas públicas juegan un rol importante. Quién no se acuerda de aquellos desayunos escolares con leche, fruta o colación de calidad; mientras que hoy se ofrecen en las cafeterías escolares harinas refinadas, endulcolorantes en bebidas gasificadas. Las convivencias escolares estaban acompañadas de bailes folclóricos y exclamación de poesías que incitaban a que los alumnos memorizaran textos creativos y con armonía. Jugar a fuera de las casas hasta las 10 de la noche y desde muy temprano era pan de cada día, hoy con tanta inseguridad no se puede. En la adultez nos reuníamos en parques, y no en edificios, convivíamos con más con la naturaleza y menos con las tecnologías, vivíamos el momento y no lo exponíamos en redes sociales; hoy parece más importante que la foto o el video salga perfecto, aunque el momento sea un desastre. Nuestra vejez estaba llena de preguntas, hechas por aquellas nuevas generaciones, quienes eran los grandes comensales de las mesas de más de doce plazas, que hoy se reducen a una mesa más vacía, con menos olor a chile de molcajete y más olor a carne congelada e industrializada. En las mesas ya no se platica, ahora se escucha un teléfono recargado en algún salero o servilletero. Por lo tanto, nuestro cerebro se está haciendo flojo, pues le cuesta trabajo leer el instructivo para ensamblar un juguete o mesa que se acaba de comprar, ya que prefiere que le expliquen con algún video, y en lugar de eso llegó un librillo llamado “manual de ensamble” el cual no es colorido y tiene letras pequeñas.

Hoy no se juega o se hace deporte porque cuidar la ropa o los tenis nuevos, mientras que hace unos ayeres disfrutábamos de andar en bicicleta durante la lluvia, nos ensuciábamos al comer un mango y subir a los árboles era algo cotidiano.

Total, todos los ciudadanos estábamos en movimiento.

 

Consejero de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Colima.

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