CON PALABRAS MAYORES
VEJEZ EN MOVIMIENTO
Fausto Leopoldo Delgado Flores.
Con el paso de los años, nuestra memoria va sufriendo un desgaste natural que, de no ser diagnosticado y atendido a tiempo, podría llevar a que nuestras actividades básicas e instrumentales de la vida diaria (bañarnos, ir de compras, comer, etc.), se vieran comprometidas.Entonces, cuáles son los elementos o acciones que podrían favorecer
para evitar este desgaste abrupto que irrumpa con nuestra buena calidad de
vida.
Para responder este cuestionamiento es necesario que sepamos que
existen tres factores de riesgo documentados científicamente, que son: los
problemas cardiovasculares, una dieta inadecuada y la falta de movimiento.
El sedentarismo, las comidas rápidas y los problemas en las redes de
vasos sanguíneos que alimentan al cerebro están íntimamente conectados con los principales
factores que propician el desarrollo de enfermedades como el Alzheimer y la
demencia de cuerpos de Lewy.
Ya mucho se ha hablado de la importancia del ejercicio mental y físico,
así como evitar tener hábitos inadecuados como fumar, no dormir suficiente,
tomar alcohol en exceso y la baja o inadecuada interacción social.
Una forma de proteger a nuestra memoria y a nuestro cerebro sería
desafiarlo constantemente. Si usted no lee, pues lea, y si usted devora libros
todos los días, pero no nunca se mueve de la recámara, pues muévase. El reto
mayúsculo consiste en enfrentarse a un verdadero desafío que, nos saque de
nuestra zona de confort y nos lleve a una zona en la cual podemos poner en
marcha nuestro cuerpo, mente y nuestra interacción social. Recordemos que somos
seres biopsicosociales que requieren ser estimulados en estas tres
dimensiones, las cuales ayudan a aumentar nuestra reserva cognitiva, la cual,
viene a afrontar problemas y síntomas relacionados con algunas patologías de la
memoria y el cerebro.
Tener una buena reserva cognitiva dependerá mucho de la calidad
de vida que lleve, sobre todo, en la niñez y en la juventud. Las actividades de
ocio, nuestra motivación y tranquilidad emocional, nuestra educación (formal e
informal), la comida que acostumbramos a consumir, la cantidad de horas que
dormimos, y el tipo de relaciones sociales que tenemos con familiares y amigos
serán determinantes para desarrollarla.
Tener una vejez en movimiento es importante, pero más aún tener
una niñez y juventud de la misma manera. Los niños deben estar en contacto
continuo con desafíos y retos que los ayuden a desarrollar habilidades, así
como un cerebro fuerte. Los adultos deben generar estrategias para vivir mejor
y más tranquilos emocionalmente, pues en las calles y en el trabajo se escuchan
siempre frases como “al fin es viernes”, “tengo mucho trabajo, no puedo” o
viven en un estado de intranquilidad, derivado de: vicios, mala alimentación, inseguridad
o poca confianza en sí mismo, deudas, infidelidad, apegos negativos, entre
otras más.
Si bien todas estas acciones están relacionadas con las decisiones que
nosotros tomamos en la vida diaria, es importante mencionar que la educación y
las políticas públicas juegan un rol importante. Quién no se acuerda de
aquellos desayunos escolares con leche, fruta o colación de calidad; mientras
que hoy se ofrecen en las cafeterías escolares harinas refinadas,
endulcolorantes en bebidas gasificadas. Las convivencias escolares estaban
acompañadas de bailes folclóricos y exclamación de poesías que incitaban a que
los alumnos memorizaran textos creativos y con armonía. Jugar a fuera de las
casas hasta las 10 de la noche y desde muy temprano era pan de cada día, hoy
con tanta inseguridad no se puede. En la adultez nos reuníamos en parques, y no
en edificios, convivíamos con más con la naturaleza y menos con las
tecnologías, vivíamos el momento y no lo exponíamos en redes sociales; hoy
parece más importante que la foto o el video salga perfecto, aunque el momento
sea un desastre. Nuestra vejez estaba llena de preguntas, hechas por aquellas
nuevas generaciones, quienes eran los grandes comensales de las mesas de más de
doce plazas, que hoy se reducen a una mesa más vacía, con menos olor a chile de
molcajete y más olor a carne congelada e industrializada. En las mesas ya no se
platica, ahora se escucha un teléfono recargado en algún salero o servilletero.
Por lo tanto, nuestro cerebro se está haciendo flojo, pues le cuesta trabajo
leer el instructivo para ensamblar un juguete o mesa que se acaba de comprar,
ya que prefiere que le expliquen con algún video, y en lugar de eso llegó un
librillo llamado “manual de ensamble” el cual no es colorido y tiene letras
pequeñas.
Hoy no se juega o se hace deporte porque cuidar la ropa o los tenis
nuevos, mientras que hace unos ayeres disfrutábamos de andar en bicicleta
durante la lluvia, nos ensuciábamos al comer un mango y subir a los árboles era
algo cotidiano.
Total, todos los ciudadanos estábamos en movimiento.
Consejero
de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Colima.
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